Viernes 20 de enero. Los caprichos del azar hacen que hoy coincidan dos hechos lamentables: la coronación de Donald Trump y mi regreso a la blogosfera. Por suerte siempre nos quedarán las Campos, esas supremas de Málaga que han hecho de su vida un docudrama y que nos reconcilian un poco con el mundo. Y es que Terelu tampoco sabe por qué engorda si ella los cubatas sólo se los hace con Coca-Cola light ni por qué le salen chichas hasta detrás de las orejas mientras cierra a su paso todas las churrerías por liquidación de existencias.
A finales del año pasado estuve tentado de apuntarme de nuevo al gimnasio, pero me pasé más tiempo levantando copas que pesas, así que desistí y disfruté sin atiborrarme para no montar el Belén en Urgencias y sí en mi propio domicilio, como dirían los que forran treee-sillos, mee-cedoras,…. Puedo decir con orgullo y satisfacción borbónicas que sobreviví a la Navidad y que hoy peso 70.1 kilos. En este punto del reto lo prioritario para mí no es perder peso si no mantener lo conquistado en estos 20 meses que llevo desafiándome a cara de perro y en los que he perdido un total de 18.3 kg. Es decir, me he convertido en una de esas personas que antes admiraba porque hacían algo que los demás no éramos capaces de hacer.
Mi vida hasta 2015 fue una caravana de intentonas frustradas, de excusas, de pretextos, del sueño imposible de acostarse gordo y levantarse delgado porque sí, porque yo era un buen tipo y me lo merecía. Un montón de mierda. Me mentí durante tanto tiempo que mi suerte siempre corrió paralela a la magnitud de mi autoengaño. Resulta difícil olvidar aquellos tiempos de muslos rozados y cinturas gangrenadas por el cinturón. No fueron tiempos agradables ni generosos, pero sí honestos, de una honestidad casi impúdica. Por eso decidí cogerme de las solapas, darme dos hostias y asistir al despegue de la promesa de una vida mejor, una vida donde Terelu es el holograma gordo de mi realidad, el avatar que se come las porras por mí para salvarme.
Voy a probar lo de agarrarme por la solapa y darme dos hostias a ver si en el 2018 puedo escribir lo que has escrito tu hoy, te admiro
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No permito que nadie me admire, pues no soy ejemplo de nada… pero igualmente te lo agradezco. Por un 2017 sin solapas para todos 🙂
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Me alegro mucho de que hayas conseguido tu objetivo, de que tengas una vida mejor, de que no se te gangrene la cintura y de que hayas vuelto a escribir.
No nos dejes nunca, ¡¡te queremos!!
Muchísimas felicidades por llegar al fin a tu meta.
Besos sonoros.
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Uy, Pili, aún estoy a cinco kilos de alcanzar la meta final, los cinco kilos más difíciles de todo el trayecto, sin duda. No se van los jodíos, se han hecho fuertes y están presentando una oposición descarnada. Prometo reducirlos y traer aquí sus cabezas jejeje
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Felicidades, sabía que lo conseguirías.
Yo paso, fíjate que hasta he dejado de lado el blog del patito y el cisne y la madre que los parió…
Ehhh, pero estilosa un rato, que conste, ja ja ja.
Besotes!
Fdo:
Nuria (antes Amelia, alias el pato-cisne, pero ná… )
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¡Pero qué cacao de nombres, chiquilla! Te llamaré Nuria en lo sucesivo entonces. Y sobre todo, ¡rebienvenida! : D Voy a tomar nota de tu otro blog, que no quiero volver a perderte la pista. Un abrazote
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Pues a ver si es verdad y me haces una visitita, guapo. Que fuera de la gordisfera hace un poquirrinín de frío y conviene tomarse un cafelito caliente…
Abrazotes.
PD – Como no sé si se ve o no mi blog, te lo pongo aquí. Excusas cero, ja ja ja.
latacitadecafe.blogspot.com.es
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Conste que anoté tu blog en mi lista de enlaces, ¿eh?, pero reconozco que ando un poco perrete y no merodeo por la gordisfera tanto como sería deseable. Prometo tomar camino de redención : P
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